martes, 5 de mayo de 2009

Librados al azar

El Senado está haciendo un llamado para cubrir un cargo de Analista, por el cual la remuneración podría llegar a 60.000 pesos, más otras compensaciones.

El primer comentario que podría hacerse es que el sueldo ofrecido parece desproporcionado para lo que se exige, ya que por mucho menos dinero las empresas contratan ingenieros con experiencia, mientras que en el llamado en principio sólo se exige un título de Analista (título intermedio de las carreras de Ingeniería en Informática) y no se exige experiencia previa, a lo que hay que sumar los beneficios reales o percibidos de un empleo público.

Sin embargo, hacer un llamado así podría ser válido si se apuntara a contratar a un excelente analista (quizá uno de los mejores del país).

Obviamente, en este caso el criterio de selección debería ser ajustado para que justamente se pueda elegir el mejor, pero creo que aquí es donde se produce el gran problema.

Al igual que en otros muchos llamados de la administración pública, lo que se hace es difundirlo por todos los medios posibles (por supuesto difundiendo ampliamente las ventajas) y abrir un listado para que los interesados se anoten.
Como esa cantidad de interesados invariablemente es enorme, esa lista es filtrada mediante un sorteo y finalmente se hace la selección entre los elegidos del sorteo.

Por ejemplo, en el llamado actual la idea es que el sorteo va a elegir a 20 precandidatos, y entre ellos se elegirá quién va a ocupar el cargo.


El GRAN problema es que para anotarse no se exige absolutamente nada, sino que alcanza con llenar los datos personales en un formulario web.
Esto significa que cualquiera puede anotarse: tanto un doctor en informática con 25 años de experiencia laboral, como una persona que ni siquiera es analista. Nada se exige, nada se controla.

Teniendo en cuenta esto, y en base a la gran expectativa que generan estos llamados, es clarísimo que se van a anotar muchos miles de personas, de las cuales seguramente un porcentaje menor cumpla las condiciones mínimas del llamado, y un porcentaje muchísimo menor cumpla con las condiciones ideales a las que se podría aspirar ofreciendo ese sueldo.
Algo similar ocurrió con el llamado a taquígrafos que también organizó el Senado, para el cual se anotaron 3600 candidatos, cuando según uno de los responsables en Uruguay ni siquiera existe esa cantidad.
Como él mismo reconoce, esto significa que en el sorteo pudieron haber quedado afuera taquígrafos muy buenos, e incluso gente sin la menor calificación para el cargo pudo haber ocupado sus lugares en la preselección.

La gran pregunta que surge es: vista esta experiencia, ¿no se debió haber hecho algo distinto en los sucesivos llamados?

Una sugerencia básica es que en vez de publicar un simple formulario para que el interesado complete con sus datos personales, se aproveche esa instancia para preguntar sobre los estudios, títulos obtenido, escolaridad, experiencia laboral, etc. (para evitar la viveza criolla, por supuesto que habría que indicar que los datos proporcionados se consideran como una declaración jurada y que la persona asume toda la responsabilidad civil o penal en caso de que se pruebe que son falsos)

Un primer paso (muy simple) sería dejar fuera del sorteo a todos los que indiquen que no tienen el título de Analista, y en realidad se podría hacer algo más sofisticado, como aprovechar a rankear a los precandidatos y sólo tomar en cuenta a los que tengan mejores calificaciones.

Con esto, la preselección sí contaría con 20 candidatos potencialmente buenos y las chances de elegir al mejor aumentarían sustancialmente.

¿Verdad que no es una idea muy elaborada?

Y lo increíble es que esto no costaría prácticamente nada, porque la dificultad para implementar ese formulario más detallado y su correspondiente sistema de evaluación sería mínima.

Para implementarlo podrían emplear a algún otro analista que se haya contratado anteriormente... y si no hay ningún analista disponible, con gusto me ofrezco a hacerlo, apenas cobrando el sueldo del primer mes! :-)

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