sábado, 14 de marzo de 2009

Charrúas: El primer multi-mito

Desde hace algún tengo un considerable interés por los charrúas.

Quizá “interés” no sea el término más adecuado, pero creo que es imposible no sentir cierta simpatía por esas encantadoras personitas que pasaban buena parte de su tiempo trepándose a los árboles para alcanzar las frutas o aterrorizando animales con su sofisticado armamento (léase: una inagotable provisión de piedras).

En realidad el interés no está ligado a los charrúas en sí mismos, sino al estudio de las múltiples mentiras que rodean a la tribu que consiguió erigirse como el verdadero representante del pueblo oriental. Quizá si fuera antropólogo podría hacer un verdadero estudio sobre el tema… como no lo soy, sólo puedo limitarme a realizar un análisis amateur, intentando al menos mencionar los errores más evidentes.

¿Mate o tereré?
A pesar del buen marketing con el que han contado los charrúas en nuestro país, lo cierto es que en el Uruguay la población charrúa siempre fue casi inexistente. Aún en la época donde los indígenas eran mayoría en este país, los charrúas en sí se encontraban en una minoría absoluta, siendo ampliamente superados en número por otras tribus, principalmente por los guaraníes.

En un concienzudo estudio realizado por Rodolfo González Rissotto y Susana Rodríguez Varese, se brindan pruebas de que la población guaraní registrada desde la independencia hasta 1851 era de aproximadamente 30.000 individuos, mientras que en el mismo período la población charrúa apenas llegaba a 100.
Si bien es cierto que los charrúas habían sido perseguidos y diezmados en los años anteriores, los estudios sugieren que su población nunca pudo haber superado los 5.000 habitantes.

Esto explica por qué hasta el mismo nombre de nuestro país tiene raíz guaraní, al igual que la mayoría de los accidentes geográficos destacados, pero ciertamente no explica por qué preferimos adoptar al charrúa como nuestro indio de cabecera. Quizá sea un sentimiento posesivo que nos impulsa a elegir un indio propio para no compartirlo con nuestros hermanos paraguayos, o quizá simplemente sea fruto de la ignorancia, pero en todo caso es un claro error histórico. De hecho los guaraníes fueron una tribu tremendamente extendida, llegando desde el Río de la Plata hasta las Antillas, y desde los Andes hasta la costa atlántica brasileña, así que ni siquiera puede considerarse que sean patrimonio de los paraguayos.

“Io sonno un vero charrúa”
Por lo mencionado, los charrúas en sí mismos no eran muy abundantes por estas tierras, pero además hay otro factor por el cual la influencia charrúa que recibimos es bien escasa: la inmigración.

Si se evalúa el origen de la población uruguaya, es fácil ver que la misma no proviene principalmente de los indígenas que ocuparon estas tierras, sino que el uruguayo estándar tiene aproximadamente la misma cantidad de sangre charrúa en sus venas, como de sangre esquimal lapona.

Los números son elocuentes: en sus comienzos como país (o sea: a partir de 1830, y no en 1825 como otro mito uruguayo intenta proclamar), el Uruguay contaba con 70.000 habitantes. Menos de 50 años después, Uruguay ya poseía aproximadamente 450.000 (en 1875), y al poco tiempo se daba el lujo de entrar al siglo XX con un millón de habitantes.
¡Esto significa que en apenas 70 años la población de Uruguay casi se multiplicó por 15!

Es claro que por más prolíficos que pudieran ser nuestros antepasados, este crecimiento explosivo no se debió a una fertilidad exacerbada sino que se produjo un fenómeno migratorio a gran escala, ya que además hay que tener en cuenta que la mortalidad infantil era mucho mayor que en nuestros tiempos.

De hecho, se calcula que en este período un 50 o 60% de la población de Montevideo era extranjera. Y por cierto que al igual que ocurriría durante el siglo XX, estos inmigrantes eran prácticamente en su totalidad europeos. Esto fue así al menos hasta la última parte del siglo XX, donde la inmigración indígena se volvió a hacer sentir… ¡y en un sentido literal, al ritmo de quenas y charangos!

2 comentarios:

  1. A mi tampoco me engañan. Los charruas venían a Uruguay de visita. En invierno se rajaban pal norte. O me vas a decir que aguantaban el invierno uruguayo así nomas, a lo campeón, con un taparrabitos y unas capitas de piel?
    Aunque si es que se quedaban se comprende la fama de taciturnos y poco comunicativos que le daban los españoles: en realidad estaban garcados de frío...

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  2. Jajaja
    Sí, eso también es cierto!
    Solís tuvo muy mala suerte porque aparentemente llegó en enero, así que justo se los encontró jugando en la arena... si hubiera llegado en agosto habría podido volver tranquilamente a España! :-)

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