sábado, 14 de marzo de 2009

Garras tienen los animales (¡ah! Eso explica todo…)

El fútbol fue, es y será posiblemente la mayor pasión del uruguayo promedio. Las conversaciones de este personaje pasan por variados temas, pero el fútbol ocupa sin duda un lugar predominante.

Lo impactante es que esto sigue ocurriendo así, a pesar de que con el correr de los años el fútbol uruguayo ha venido recorriendo sin prisa pero sin pausa un sorprendente camino descendente.

Ya no es novedad que Uruguay pase por dificultades contra todos los rivales a los que le toca enfrentar, pero increíblemente todavía hay ciertos mitos que se mantienen.

Aún al día de hoy, cuando ya han trascurrido más de 50 años de la última gran hazaña futbolística uruguaya, seguimos viviendo a la sombra de las mismas. En particular la hazaña de Maracaná contribuye a hincharle el pecho a muchos, pero nos ahoga a otros muchos. Pareciera que ese estadio, por su mero tamaño, lograra la proeza de echar sombra sobre muchas generaciones enteras de uruguayos.

Sin caer en exageraciones, puede considerarse que este hecho fue el más influyente de toda la historia del fútbol, ya que condicionó sin remedio al país que hasta ese momento había sido el más exitoso del mundo, logrando la proeza de ser tetracampeón del mundo cuando nadie había logrado ganar más de un campeonato.

Sin embargo, en este espacio no resulta de interés profundizar en la hazaña de Maracaná ni sus consecuencias, ya que interesa más aquí centrarse en el estudio de los mitos uruguayos y lo que ocurrió en Maracaná no es un mito sino una indiscutible realidad.

Lo que sí resulta de interés es un fenómeno que, si bien no surgió en 1950, sí se consolidó a partir de entonces: la Garra Charrúa (¡sí, con mayúsculas!)


De hecho, el mito de la garra charrúa me parece particularmente interesante porque en verdad se trata de varios mitos unidos, contribuyendo a crear una imagen absolutamente distorsionada de la realidad.

Vayamos por partes…

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