sábado, 14 de marzo de 2009

México IV - Una aventura muy particular (31-JAN-2009)


Para empezar un fin de semana largo, nada mejor que un buen susto…

Todo empezó de la forma más inocente. Había visto en Chilango (http://www.chilango.com/) que había una exposición que parecía interesante en la Galería Kin (http://www.galeriakin.com.mx/)

Como además la galería quedaba cerca de San Ángel, una zona de la que había oído hablar muy bien pero nunca había ido, parecía un buen paseo para el sábado. Así que con un poco de búsqueda en internet armé un plan para la visita: (llamémosle evidencia A de la defensa)

 

 

Cuando conseguí llegar hasta ahí descubrí que en realidad la galería estaba dentro de un pequeño complejo de apartamentos, sin ninguna indicación. Toqué timbre pero no me contestaron, y en ese momento salía otro vecino y me dijo que creía que los dueños de la galería habían salido.

Levemente frustrado, terminé alejándome un poco y tomé una foto, como para tener al menos el registro de dónde estaba la galería. La foto no es muy interesante pero la comparto porque termina siendo una pieza central de la historia: (llamémosle evidencia A de la fiscalía)

 

Tan pronto guardé la cámara y empecé a caminar hacia el siguiente paso en mi itinerario, veo con gran sorpresa que se acercan dos patrulleros de los cuales se bajan cuatro policías –uno de ellos con una escopeta en sus manos– que se paran en semicírculo alrededor mío y me piden identificación. ¡Con el susto, seguro que quedé más güero que nunca!

Por suerte siempre salgo con mi pasaporte, entonces procedí a mostrarlo. Mientras lo miraban y confirmaban que el de la foto era realmente yo, me pidieron que abriera mi mochila y les mostrara todo el contenido (un libro, una botella de agua, la cámara de fotos, un buzo, no mucho más)

Enseguida me preguntaron por qué había sacado esa última foto y me pidieron que les diera la cámara.

Por supuesto que les ofrecí que borraba la foto ahí mismo, frente a ellos (tampoco era una foto tan interesante) pero me dijeron que no alcanzaba porque había cometido una falta y me tenían que llevar a la delegación para que ahí se decidiera qué hacer conmigo!!!

Discutí un rato pero fue en vano, así que acepté subirme a uno de los patrulleros (lindo auto, aunque no llegué a ver el modelo; mampara similar a la de un taxi salvo que no tenía el agujerito para pagar; asiento duro de plástico, similar al del metro pero de color blanco; sin manijas para abrir puertas ni ventanas, por motivos obvios) y ahí me seguían hablando de la falta que había cometido, la multa que me correspondía. Cada tanto el que iba de acompañante me volvía a preguntar de dónde era y qué hacía ahí, mientras miraba el pasaporte. la cámara que me habían retenido y hasta me preguntaba cuánto valía la cámara.

También me decían que ahí no había ninguna galería y yo les decía que sí, e incluso saqué mi planito y les mostré que tenía anotada la Galería Kin ahí. Se ve que les resultó muy interesante, porque me lo pidieron y se lo quedaron junto con el pasaporte (si bien no hay ventanita para pagar, la mampara tiene una separación de 3 o 4 milímetros con el techo, así que se los pasé por ahí). Les dije también que si en la comisaría me daban una computadora con internet, les iba a mostrar que sí existía la galería (por si no le creían a mi planito).

 

Todo el recorrido a la comisaría fue muy lento, y además se bajaron un par de veces para hablar con los que iban en el patrullero de atrás.

A esa altura yo ya estaba bastante convencido de que todo el tema podía arreglarse repartiendo unos cuantos billetes a los cuatro policías, pero por un lado estaba muy asustado como para ofrecerlo (¿que pasaba si justo eran los cuatro únicos policías honestos del DF? ¡ahí sí que estaría en problemas!) y por otro lado les seguía diciendo que la situación era ridícula, que no podía ser que no pudiera sacar fotos,  que era un simple turista, que no tenía forma de saber y que ya habían visto que no era peligroso sino que era un simple ingeniero en computación de Uruguay, etc.

Lo peor es que todo el trayecto me iba preguntando si realmente estábamos yendo a la comisaría o si iba a terminar en algún descampado donde me pudiera robar tranquilamente…

Por suerte resultó que sí me llevaban a la comisaría, donde me hicieron bajar y fuimos a hablar con algún burócrata, al cual le repetí toda la historia. Hablamos un buen rato pero me decía también que no se podía sacar fotos, que la gente estaba preocupada por la seguridad y una simple foto podía servir para planificar un robo, etc. También me dijo que un vecino les había hablado a los policías preocupado por mi foto, y por eso me habían detenido. A raíz de eso iba a tener que esperar que el vecino viniera, ya que si decidía no levantar cargos, me podía ir.

Finalmente le dije que quería terminar el tema, y que si era una falta y correspondía multa, me dijeran dónde tenía que ir a pagarla. Ahí los policías me pidieron que los acompañara de nuevo abajo, nos sentamos en un banco en la puerta de la comisaría (¡un lugar extraño para pagar una multa!) y se dio un diálogo interesante con uno de ellos, más o menos así:

Yo: Bueno, ¿cuánto es la multa y donde se paga?

Policía: La multa es costosa… deben ser por lo menos 2.000 o 3.000 pesos (150 o 200 dólares, aproximadamente)… y además se quedarían con la cámara…

Yo: ¿Con la cámara? ¿Por qué? ¡Si quieren, borro la memoria o incluso se las dejo, pero no voy a dejar la cámara! Indíqueme dónde tengo que ir a pagar, y ahí lo hablo. ¿Dónde me dan el papel de la multa, así me queda como comprobante cuando pague?

Policía: Mmmm….. no, no le van a dar comprobante…

Yo (con mi mejor cara de inocente): ¡Pero sin comprobante no puedo pagar! En Uruguay eso está prohibido, porque además se podría interpretar mal. No puedo hacer ningún pago si no me dan recibo.

… (sigue un rato de conversación referente a lo costosa que era la multa, la necesidad de comprobante, etc., hasta que finalmente me dice que me iba a tener que pasar con la Policía Judicial para que ellos decidieran qué hacer; no sé si pretendía ser una amenaza pero como igual yo no tenía idea de qué hacía esa otra policía y ya estaba podrido de ese tipo, le dije que no tenía problema)

Ahí caminamos y vamos a una oficina a la vuelta, donde me dejan con dos policías de algún otro tipo (placa en el cinturón, pero no de uniforme) y me hacen contar la historia una vez más. Después de repasar los mismos detalles, pelear con los mismos argumentos, ellos me explican que no podía sacar fotos a las casas porque los vecinos se asustan, que era un barrio muy rico y había posibilidades de robos o secuestros, etc.

Todo eso ya lo sabía, pero seguía sin saber cómo hacer para salir de ahí de alguna forma, cuando estos policías salieron un segundo y al volver me dijeron: “bueno, aquí tienes tu cámara y tu pasaporte, y por favor no saques más fotos a las casas. Te puedes ir”

En ese momento tuve que contener las ganas de abrazarlos, así que simplemente les di la mano y les agradecí efusivamente, además de que les aseguré con toda sinceridad que no iba a sacar más fotos de casas. Ellos me dijeron que no entendían por qué la policía me había llevado por eso y me pidieron disculpas por todas las molestias.

Después de una breve charla sobre Uruguay (resultó que uno de ellos había estado en Buenos Aires y me dijo que se quedó con ganas de cruzar a Montevideo, ya que había visto fotos y le habían gustado mucho!), les dije que no tenía idea de dónde estaba, ante lo cual bajaron conmigo hasta la calle y me señalaron la parada de autobús desde donde podía seguir mi camino a San Ángel, no sin antes pedirme disculpas de nuevo y desearme un feliz viaje.

Resultó que estaba en el centro de Coyoacán, como a 3km de donde quería ir, pero mucho más aliviado arranqué la caminata, esperando que para cuando llegara a San Ángel las piernas ya no me temblaran demasiado…

 

Resumiendo, la conclusión es que ciertamente no había una falta en tomar la foto (aunque puedo llegar a entender los posibles nervios de algún vecino, suponiendo que sea cierto que uno de ellos se acercó al patrullero a avisarle) sino que la única intención era conseguir que les pagara una coima, y al no conseguirlo terminaron dejándome ir.

Sin embargo, más allá de que fuera o no una falta, los nervios fueron muy reales. La policía de México tiene una fama terrible, y estar en sus manos era una situación alarmante, por más que siempre me trataron con amabilidad. Si me hubiera pasado esto mismo en Londres seguro que habría estado más tranquilo porque todo habría sido claro; si me correspondía una multa, me la cobrarían y listo (aunque en Londres no quiero ni pensar lo cara que podría ser... seguro que bastante más de 150 o 200 dólares!)

 

Ahora sólo me queda una anécdota divertida, lo que seguramente bien vale el adaptador de memoria Memory Stick ProDuo que tenía en el bolso de la cámara y que recién a la vuelta al hotel descubrí que había desaparecido misteriosamente…



2 comentarios:

  1. Que lastima que te haya tocado tratar con la "fabulosa" policia mexicana. Te fuiste por el camino largo y sinuoso, pero al final correcto. Si regresas espero no vuelvas a pasar por otra experiencia parecida.
    Saludos desde tortillalandia.

    Quetzal.

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  2. ¡Honestamente espero no pasar por lo mismo!
    Igual "por suerte" uno está más o menos acostumbrado a eso, porque en Uruguay también sería perfectamente posible que pasara algo así.

    Como comento en un post reciente, por estas partes del mundo lamentablemente no nos sorprendemos tanto de esas cosas, al punto que no hacemos mucho escándalo al respecto (la noticia que motivó ese post fue la de un austríaco que hizo un escándalo porque la policía de Londres le obligó a borrar algunas fotos)

    Muchos saludos para tí!

    Alejandro

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